miércoles, 20 de febrero de 2013

Ayahuasca IV





Ayer me susurraste con tu inmenso poder, todo el daño que hice a mi propio ser, me indicaste con el primer rayo de luz tu gran poder. Observé tu gloria, el “TÚ” de muchos, el Único entre todos… como fue posible que se me olvidara lentamente tu nombre, como fue posible que dejase de creer en TI.
Tanta cólera cargue que cerré mi corazón a todo lo que con amor se aproximaba. Claro que lastime a tantos y a pocos, viviendo atado en mi pecho el resentimiento y el odio. Claro que mis ojos dejaron de brillar, cuantos abrazos deje de entregar, cuantos te quiero los hice guardar.
Hasta que ayer al perder la luz y entregar mi ser, tú fuiste quien me regresaste sin dejarme caer… regresaste ó yo regrese, me perdonaste ó yo me perdone.
Muchas cosas deje atrás para estar aquí, despedí amores y te despedí a ti, el gran error fue cambiar mis lágrimas por vacío y no glorificarlas con el amor perdido.
Una vez a los años regreso al centro de la Pachamama y con gran emoción vengo a escucharla,  respetando todo lo creado, abro mis ojos para aprender de lo escrito y de lo adorado. Es Ella quien con fervor a Ti, golpeo mi cabeza y me recordó: quien es mi único Dios y cual es mi único corazón.
Ayer tuve tiempo para volver a decir adiós, le di un beso a cada una de las dos, cerré sus ojos y todo lo que en ellas brillo y les mande todo mi amor ó quizá solo el amor de Dios.
No hay nada más puro que él fuego que sale tú interior, al reconocer  la luz del mismo Dios, quien vive en ti y en toda su creación.
Vi a mis padres y todo lo que no les doy, los vi a ambos con los ojos llenos de dolor, aquel que duele cuando sabes que necesitas mucho de amor. Los pude ver esperándome con las manos llenas de ternura, con esos brazos que esperan de regreso a quien un día les perteneció… no se apuren padres míos que es su pequeño el retorna hoy.
Digo adiós a las amigables anestesias  de cajón y aquellos cigarrillos de soledad con filtros de cartón, me despido de ellos por que ya no hay dolor en el perdón.
Y al inicio del viaje me pude ver, sosteniendo el vientre de una blanca mujer, yo atrás de ella acariciando lentamente lo que llamare mi “Luna” de amor y respirando un futuro donde solo mando yo.
 
Raul Antonio Cabrejos.

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